Relatos de fantasmas

domingo, 1 de mayo de 2016

La Cabra del Polvorín

Hay historias de fantasmas, en cada edificio antiguo, pero dicen que miedo se les tiene a los vivos, no a los muertos. Esto porque de un gran susto no pasará, y a menos que sufras de problemas cardíacos, no tendría que ser peligroso. Por eso esta historia llamó mi atención…




En un polvorín del Ejército, en medio de la nada, cuentan mil historias los soldados que fueron destacados desde las distintas guarniciones de la Región Militar. Historias muy “clásicas”, como la de una mujer paseando por los torreones lentamente, entre llantos y gritos espantosos.




O la del soldado enterrado en algún punto del polvorín, tirando de las piernas y birretes de los soldados de guardia, y que en noches de luna dejaba escuchar sus lamentos por toda la instalación. Un soldado que habría muerto por las balas de algún centinela cuando quiso fugar según algunos, por un error según otros. Por eso su ensañamiento con la guardia de turno, pero también su terror por los disparos, los mismos que usaban para ahuyentarlo…





Pero la historia que más escalofríos producía entre el servicio era la cabra. Este era un animal anormal, una cabra grande, del tamaño de una res aproximadamente. Blanca según unos, negra según otros. Se paraba frente al centinela mirándolo fijamente a los ojos. Bloqueó el cajón de mecanismos del FAL o Galil de algunos que quisieron dispararle, hipnotizó a otros haciendo que bajaran de sus torreones y lo siguieran. Lo que pasa luego es incierto, nadie que bajara de su torreón para perseguir a la cabra fue visto otra vez. Solo su uniforme, su arma y su fornitura con la munición intacta… Se supo que fue la cabra por las huellas dejadas en la arena y el olor fétido del cabrío viejo perenne en el lugar. Hubo quienes se relevaron “con la cabra”, porque al cambio de turno seguía mirándolos, como queriendo convencerlos de bajar. La consigna era “no mirar a la cabra a los ojos”.





Cuando llegaban destacados el oficial y sargento de guardia prevenían de ésta misteriosa aparición. Recomendaban no perder la calma, no espantarse, no entrar en pánico porque la cabra no podía llegar a ellos. Pero sobre todo, recomendaban no mirarla a los ojos.  Tratar de disparar para ahuyentarla era inútil, así que era mejor evitarlo. Con no prestarle mucha atención bastaba.





El caso es que para algunos esto no era tan sencillo, y es lo que pasó con un artillero. De él solo encontraron el fusil, la fornitura y la munición. El uniforme apareció metros más allá, pero del soldado ni rastros. Se supo que fue la cabra porque ésta estuvo frente al torreón desde el turno anterior. Al amanecer el olor a cabra vieja era insoportable en ese lado…






¿Qué pasaba con los soldados que la seguían? La verdad es que los militares no se atrevían ni a imaginarlo. Tampoco entendían dónde podía llevarlos. Es fácil creer que se fugaban, que desertaban. Pero ¿Por qué sin siquiera llevar el uniforme? Entendamos que el polvorín está en medio de la nada, a decenas de kilómetros del pueblo más cercano. Sin arboles grandes ni agua siquiera, porque el terreno es árido y el sol es abrasador durante el día. Definitivamente no es buena idea fugar así…
Si la cabra sigue apareciendo, no lo sé con exactitud. Desde cuándo lo hace es algo que también ignoro. Solo supe que las instalaciones eran de un batallón de morteristas o algo así antes de ser polvorín. Probablemente ya esos soldados contaban historias de esas apariciones. Lo cierto es que de todas, esa es la más temida por todos…