Relatos de fantasmas

viernes, 16 de agosto de 2013

El Niño Ricardito

 
En la cuarta puerta del Pabellón Buen Pastor, en el Cementerio Presbítero Maestro se puede ver una tumba antigua con un tierno niño de mármol tamaño natural. Alrededor de él hay cartas, flores, dulces y juguetes. A veces visten la estatua con hábitos de temporada, y cada 10 de diciembre acuden a saludarlo por su cumpleaños.



Lo llaman "Cachuelero", "Niño milagroso" o simplemente "Niño Ricardito". Sus seguidores le piden favores diversos, desde la curación de un niño enfermo hasta la "iluminación" en temporada de exámenes escolares.



Se trata de Ricardo Melquíades Espiell Barrionuevo, nacido en Lima el 10 de diciembre de 1886. Su padre fue abogado, diputado, miembro del Partido Civil, masón, miembro fundador de la Bomba de Lima, defensor del Callao en el combate del 2 de mayo, en la corbeta Unión y luego en las batallas de Lima, durante la Guerra del Pacífico. Muy querido y respetado por la sociedad limeña, muere a consecuencia de una pulmonía a 8 meses del nacimiento de su hijo.

 



Es probable que la infancia de Ricardito fuera dura, por las limitaciones económicas que se supone pudo tener su madre. Seis años después, el 1 de marzo de 1893, el niño muere debido a una enfermedad que asoló a los niños limeños en aquél tiempo- siete mil niños afectados-.

 
El niño fue enterrado en el Cementerio del Callao, para luego ser trasladado -gracias a los donativos de amigos de la familia- al Presbítero Maestro, donde descansa tambien su padre.
Es por los años 90, que una señora encuentra la tumba del niño, la limpia y reza pidiendole un milagro. Al poco tiempo lleva un jarrón de flores y hace limpiar la tumba, acudiéndo cada semana a orar por él y dejar regalos. No tardó en extenderse la fama del "niño milagroso" y poco a poco crecieron los seguidores del pequeño.
 
 
 
Cuando el Presbítero Maestro estaba abierto al público, los cuidadores aseguraban que al dar su última ronda antes de cerrar el cementerio, veían un niño jugando y corriendo entre las tumbas. Al seguirlo llegaban al Pabellon de Ricardito, donde desaparecía detrás de la tumba.
 
 
 
 
Hay quien dice haberlo escuchado reir, caminar entre las tumbas e incluso, ser acompañado amablemente por el niño hasta la salida del cementerio. 
Más de un siglo después de su muerte, Ricardito es talvéz el personaje más querido del Presbítero, rodeado de regalos y pedidos de sus seguidores por mucho tiempo más...



 
 

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