En elecciones, los militares se
responsabilizan del cuidado del material electoral. Envían soldados a
diferentes colegios donde se realizaran las votaciones, algunos en pueblos
remotos de la serranía. Fue precisamente en uno de éstos, entre las cordilleras
Negra y Blanca, en Ancash, que ocurrió lo siguiente…
Un soldado de una de las
Compañías de Comunicaciones de la 32ª Brigada de Infantería del Ejército, de Trujillo,
fue destacado a un pueblo de Ancash. El camino era largo, por lo que llegaron
casi al anochecer. Pasaron rancho- cenaron- y organizaron la guardia.
El colegio era pequeño, apenas
unos cuantos salones. No había muros rodeándolos, y estaba algo alejado del
pueblo, en una elevación. Les dijeron que tendrían una maravillosa vista, pero
a esa hora no se veía nada, la niebla era espesa. A unos 15 o 20 metros de los salones estaba la
camioneta de la ONPE, y debían cuidarla aunque dentro no había material.
Asignaron los turnos y empezó el primero, desde las 9 hasta las 12. El
siguiente de 12 a 3 y el tercer turno de
3 a 7. Al soldado de la historia le asignaron el segundo turno.
A las 2.45 despertaron al segundo
turno, formaron para recibir algunas indicaciones y revisaron su armamento. A
nuestro soldado le tocó la parte del frente.
La niebla era aún mayor, no se
podía ver mas allá del brazo extendido. Y por si fuera poco, el frío calaba los
huesos. Aunque el polo, chompa, polaca y capotín aliviaban un poco, los guantes
y pasamontañas no estaban de más…
A las 3 en punto cubrieron sus puestos,
y todo parecía normal. Hasta que empezaron las risas. El comunicante encendió
su linterna pero no veía nada.
Al rato las risas regresaron. Parecían
de un niño, y era como si correteara de un lado a otro, porque venía de
diferentes puntos. Poco después escuchaba también sus pasos, su risa era mas
fuerte, y se iba alejando lentamente. El soldado dudaba si hacerle el alto a un
niño, atinó a pedir que se detenga, que era muy tarde, y empezó a seguirlo.
El problema era la poquísima visibilidad,
el soldado caminaba lento, tanteando el suelo con los pies antes de dar un paso
para evitar tropezar con algo y caer. Mientras sentía como el niño corría a su
alrededor riéndose sin parar.
-Deja de correr, te vas a caer…-
le decía el comunicante, pero el niño no paraba. De pronto dejó de reír. El
soldado escuchó entonces como saltaba la camioneta que tenía ya al frente.
Encendió la linterna y vio cómo se movía, como si dentro hubiera varias
personas. Pero cesó al iluminar dentro del vehículo y ver que estaba vacío. Fue
cuando escuchó nuevamente al niño, ésta vez llamándolo.
El soldado caminó lentamente,
tanteando como dije antes. Y estaba ya algo lejos, cuando su pie sintió vacío.
Estiro mas pero no tocaba suelo, y pensando que era alguna fuente de agua se dio
media vuelta para volver a su puesto, cuando una manito lo cogió de la pierna
fuertemente por detrás, como queriendo que siga, que no se valla. El soldado se
asustó y empezó a correr y correr hasta
llegar a su puesto, y de ahí no se movió hasta que llegó el cambio de
guardia…
Al amanecer, después de hacer
mantenimiento y desayunar, el comunicante aprovechó que la niebla se estaba
despejando. Frente a él tenía el paisaje hermoso que le dijeron, y por un
momento olvidó lo sucedido durante su guardia. Pero se le ocurrió regresar por
donde caminó. Se guió por la camioneta y una colilla de cigarro que arrojó. Y
lo que se encontró le heló la sangre…
Donde pensaba encontrar una zanja
o una fuente de agua, se encontró con un abismo profundo, de unos 300 metros en
caída libre. Tan profundo que no alcanzaba a ver el fondo, solo niebla…